martes, 26 de febrero de 2013

El talento es también cuestión de tiempo.

Del latín talentum, la noción de talento está vinculada a la aptitud o la inteligencia. Suele estar asociado a la habilidad innata y a la creación, aunque también puede desarrollarse con la práctica y el entrenamiento. En este desarrollo del talento en la persona hay distintas variables que influyen como son el entorno, el feedback o la retroalimentación que la persona pueda recibir de un buen guía o maestro y la capacidad de soportar frustraciones y largas "mesetas temporales" a lo largo del aprendizaje. El talento puede llegar al éxito pero la clave de este éxito no es el talento en sí o el entrenamiento, sino el entrenamiento del talento.

En esta concepción del entrenamiento del talento surge una regla denominada: "La regla de las 10.000 horas" . Esta sostiene que, para alcanzar el máximo rendimiento en una materia, se requiere el equivalente a unas tres horas de práctica por día durante diez años.


Habitualmente suponemos que los triunfadores deben su éxito a su tipo de personalidad, inteligencia, modo de vida o talentos especiales, pero como se ve en el libro Fuera de serie (Outliers) de Malcolm Gladwell; en el que se examina las vidas de individuos sobresalientes, estas explicaciones personales no son las que funcionan en el éxito.

Cuanto más miran los psicólogos las carreras de los mejor dotados, menor les parece el papel del talento innato; y mayor el que desempeña la preparación. La idea de que la excelencia en la realización de una tarea compleja requiere un mínimo dado de práctica, expresado como valor umbral, se abre paso una y otra vez en los estudios sobre la maestría. De hecho, los investigadores se han decidido por lo que ellos consideran que es el número mágico de la verdadera maestría: diez mil horas. Este parece ser el tiempo que el cerebro necesita para asimilar cuanto necesita conocer, para alcanzar un dominio verdadero.

Si rascamos bajo la superficie de todo gran triunfador, encontramos que esta regla de las diez mil horas es una regla general para el éxito. La regla se cumple hasta en los casos emblemáticos de prodigio. 

"Mozart, como es bien sabido, empezó a escribir música a los seis años. Pero, según escribe el psicólogo Michael Howe en su libro Fragmentos de genio: Conforme a los parámetros de los compositores maduros, las primeras obras de Mozart no son excepcionales. Las piezas más tempranas probablemente las escribió su padre, quizás introduciendo mejoras en el proceso. Muchas de las composiciones de su niñez son en gran parte arreglos de obras debidas a otros compositores. Entre aquellos conciertos que sólo contienen música original de Mozart, el más temprano de los que hoy están considerados obras maestras (el nº 9, K. 271) no lo compuso hasta los veintiuno. Para entonces, Mozart ya llevaba diez años componiendo conciertos".


El crítico de música Harold Schonberg va más lejos: Mozart, asegura él, en realidad “se desarrolló tardíamente”, puesto que no produjo sus mejores obras hasta que llevaba más de veinte años componiendo.

Antes de Gladwell, en 1973, los teóricos del deporte Simon & Chase estudiaron el juego de ajedrez y plantearon que "se requieren al menos diez años de práctica deliberada para alcanzar el nivel de deportista experto".

Esta regla de "práctica deliberada" fue confirmada luego por numerosos analistas de disciplinas diversas como la natación (Kalinowski, 1985), las carreras de larga distancia (Wallingford, 1975), el fútbol (Helsen et al., 2000) y la música (Ericsson et al., 1993).

En 1993, los psicólogos K. A. Ericsson, R. Krampe y C. Tesch-Römer definieron el concepto de "práctica deliberada" como "el entrenamiento altamente estructurado con el deseo de progresar y mejorar, y no de pasarlo bien o entretenerse". Para esto, estudiaron a un grupo de 40 violistas de la Academia de Música y de la Orquesta Filarmónica de Berlín. Con similares condiciones de inicio, algunos habían llegado a ser verdaderos genios mientras que otros finalmente debieron conformarse con puestos docentes o burocráticos.

Todos los violinistas coincidían en su placer por la música, todos eran talentosos, y no registraban diferencias significativas en cuanto a sus biografías. ¿Qué había causado la diferencia? Los registros eran inequívocos: la cantidad de horas de práctica. Los "genios" habían dedicado un promedio de 3,5 horas por día. El resto, sólo 1,3 horas.


Sus investigaciones sugieren que una vez que un músico ha demostrado capacidad suficiente para ingresar en una academia superior de música, lo que distingue a un intérprete virtuoso de otro mediocre es el esfuerzo que cada uno dedica a practicar. Y eso no es todo: los que están en la misma cumbre no es que trabajen un poco o bastante más que todos los demás. Trabajan mucho, mucho más.

Es lo que Will Smith denomina "Ética del Trabajo"

¡merece la pena escucharlo!




Además, adjunto un reportaje de Gaspar Hernández en El País Semanal sobre este tema.

"Podemos pensar que si no tenemos el gen del talento  no hay nada que hacer o ponernos manos a la obra. Sin duda, el trabajo y la constancia son las mejores formas de provocarlo".

"El talento para quien se lo trabaja"

(pincha en este título para ver el reportaje)



Fuente de información:


Néstor Gutman
Consultor en Capacitación y Desarrollo, Músico-Compositor, Licenciado en Dirección y Organización Institucional (UNSAM).

La regla de las 10.000 horas, ¿puede aprenderse la genialidad?
http://www.materiabiz.com/mbz/capitalhumano/nota.vsp?nid=47149

Will Smith, vídeo de YouTube

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