viernes, 29 de marzo de 2013

Evidencias cerebrales del entrenamiento musical.



Salvador Dali,
Paysage aux Papillons


La música es procesada en nuestro cerebro mediante redes neuronales que implican áreas de procesamiento auditivo y motor, y su percepción y ejecución involucran a diversas funciones cognitivas. 





La música supone un medio más para la rehabilitación mediante la musicoterapia, la cual es capaz de mejorar nuestra salud mediante diversos factores: atención, emoción, cognición, conducta, comunicación y percepción. La corteza cerebral tiene la marcada capacidad para reorganizarse según sus necesidades, y el efecto que produce la música en él podemos verlo en cuestiones como, por ejemplo, las diferencias anatómicas presentes en aquellos músicos que cuentan con la habilidad del tono absoluto.

Diversos estudios han mostrado cómo el aprendizaje y adquisición de una nueva destreza produce cambios en la representación cortical, como el realizado por el neurólogo Álvaro Pascual-Leone y sus colaboradores, quienes asociaron que aprender una secuencia de cinco dedos para piano durante cinco días implicaba una cierta reorganización de la corteza motora.

El cerebro del músico es un buen paradigma para estudiar la influencia de la música sobre el cerebro, ya que nos ofrece la oportunidad de ver qué diferencias estructurales y funcionales hallamos en aquellas personas que han realizado estudios musicales respecto a las que nunca lo han hecho. La producción musical implica que nuestro cerebro se active para leer una partitura, realizar movimientos específicos, mantener activa la memoria y la atención, identificar los tonos y controlar la afinación e incluso improvisar. No resulta descabellado pensar que el hecho de practicar la música diariamente durante años tendrá repercusiones cerebrales ya que, como sabemos, el cerebro se adapta a nuestras necesidades, tanto funcional como estructuralmente.

La música es un estímulo multimodal muy potente que transmite información visual, auditiva y motora a nuestro cerebro, el cual cuenta con una red específica para su procesamiento, compuesta por regiones fronto-temporo-parietales. Esta activación puede resultar muy provechosa en el tratamiento de diversos síndromes y enfermedades, ya sea rehabilitando o bien estimulando conexiones neuronales alteradas.

Según "The World Federation of Music Therapy" (WFMT), ‘la musicoterapia consiste en el uso de la música y/o de sus elementos musicales (sonido, ritmo, melodía, armonía) por un musicoterapeuta, con un paciente o grupo, en el proceso diseñado para facilitar y promover la comunicación, el aprendizaje, la movilización, la expresión, la organización u otros objetivos terapéuticos relevantes, con el fin de lograr cambios y satisfacer necesidades físicas, emocionales, mentales, sociales y cognitivas. La musicoterapia busca descubrir potenciales y restituir funciones del individuo para que éste alcance una mejor organización intra e interpersonal y, consecuentemente, una mejor calidad de vida a través de la prevención y rehabilitación en un tratamiento’.

Stefan Koelsch profesor de psicología  biológica y musical propone tres dominios principales sobre los cuales podemos lograr resultados mediante la musicoterapia:


Emoción. 

Escuchar música tiene efectos claros sobre estructuras límbicas y paralímbicas. Se ha podido comprobar que el placentero efecto del escalofrío por la espalda va ligado a un aumento en el flujo sanguíneo en la ínsula, en la corteza orbitofrontal, en la corteza prefrontal ventromedial y en el estriado ventral. Asimismo, también se ha registrado una disminución del flujo sanguíneo en la amígdala y el hipocampo. Este hallazgo apoya el tratamiento con musicoterapia de trastornos ligados a disfunciones amigdalinas, como podría ser el caso de la depresión o la ansiedadKoelsch apunta la posibilidad de que la musicoterapia active el hipocampo, de manera que prevenga la muerte de neuronas hipocámpicas y el bloqueo de la neurogénesis hipocámpica (presente en alteraciones como la depresión y el estrés postraumático). 

También cabe señalar la importancia del núcleo accumbens, ya que su activación se correlaciona con la experiencia placentera de escuchar piezas musicales agradables. A todos estos efectos sobre determinadas áreas cerebrales debemos sumarle el efecto que tienen las emociones sobre el sistema nervioso vegetativo, así como sobre el sistema hormonal y el sistema inmune: con la música también podemos obtener efectos beneficiosos en pacientes con trastornos endocrinos, autoinmunes o autonómicos.


Acción-percepción. 

En los diversos estudios realizados se ha podido comprobar que la percepción musical no sólo activa áreas auditivas, sino que también activa áreas motoras, y no es necesario que seamos músicos para ello. Este hecho resulta significativo para la musicoterapia, ya que estos mecanismos resultarán útiles para el aprendizaje de acciones, su comprensión y la capacidad de predicción en las acciones de otros.


Cognición social

Dentro del paradigma de la teoría de la mente (ToM), se ha buscado esclarecer si el hecho de conocer que un autor ha escrito una determinada pieza musical con un fin concreto influirá en nuestra percepción sobre su obra, y se ha podido demostrar que también se activaban redes de la ToM: corteza frontal anteromedial, surco temporal superior bilateral y ambos polos temporales. Los autores concluyeron que resultaba necesaria más investigación al respecto para conseguir aplicar estos hallazgos a la musicoterapia, principalmente en casos de alteraciones conductuales y autismo.

Diversos estudios han mostrado que el cerebro del músico es distinto al de las personas que jamás han llevado a cabo cualquier entrenamiento musical. El hecho de practicar a diario con un instrumento durante varias horas implica a diversas áreas cerebrales y funciones cognitivas, lo cual tiene como consecuencia que el cerebro del músico sea diferente, tanto a funcional como estructuralmente. Cuando una persona con estudios musicales percibe una melodía está activando una red cerebral muy extensa, ya que se activan áreas de procesamiento del tono, de control motor y auditivas. Por el contrario, en una persona sin estudios musicales se activan áreas auditivas principalmente.

En un estudio sobre la simetría y representación de la mano en la corteza cerebral, se tomó la longi­tud entre surcos de la parte posterior del giro pre­central como marcador anatómico de la corteza motora primaria. Se pudo observar que los músicos profesionales tienen una mayor simetría entre los dos hemisferios, así como un mayor tamaño. Además, la mitad anterior del cuerpo calloso y el cerebelo es mayor en hombres músicos; esta diferencia no se ha encontrado en mujeres. También se ha constatado una mayor simetría y tamaño de la corteza motora de los músicos profesionales. Con esto comprobamos que los músicos cuentan con una mayor conectividad interhemisférica y áreas cerebrales relacionadas con el procesamiento musical más desarrolladas. Estas cualidades son muy importantes para la correcta ejecución musical. Asimismo, también se ha podido comprobar que los músicos con tono absoluto presentan un mayor plano temporal izquierdo así como una hiperconectividad entre el giro temporal superior posterior y el giro temporal medial posterior izquierdos, bases cerebrales necesarias para poder desarrollar el tono absoluto, siempre y cuando se inicie el entrenamiento musical a edades tempranas.

Fuente de Información:

Gema Soria-Urios, Pablo Duque, José M. García-Moreno
Música y cerebro (II): evidencias cerebrales del entrenamiento musical


Stefan Koelsch
(Prof. for Biological Psychology and Music Psychology)


Gottfried Schlaug, M.D. Ph.D.
Director, Music and Neuroimaging Laboratory, Stroke Recovery Laboratory, and Division Chief, Cerebrovascular Diseases. Associate Professor of Neurology, Beth Israel Deaconess Medical Center and Harvard Medical School


viernes, 1 de marzo de 2013

El cultivo científico del Cerebro Adolescente durante la última década.







Hace treinta años, el cerebro era entendido como fijo e inmutable. Nacíamos con un número determinado de neuronas que iban perdiéndose con el paso del tiempo y que nuestros genes heredados condicionaban nuestra inteligencia. Investigadores como el Dr. Norman Doidge han lamentado considerablemente esta concepción fija de la estructura del cerebro que se mantuvo durante décadas.


 Doidge es autor del Best Seller 2008,
 “El cerebro se cambia a sí mismo”.


Esta creencia de que el cerebro era inmutable ha dictado que las personas nacidas con una limitación mental o aquellas que sufren daño cerebral no tengan nunca ninguna esperanza de mejorar o funcionar bien. Sin embargo, el descubrimiento de la plasticidad cerebral implica que nuestras actividades y experiencias van modificando nuestro cerebro.


Durante la última década, los estudios de imágenes cerebrales han sugerido que el desarrollo cortical es mucho más prolongado de lo que se pensaba, y que más allá de la infancia, el cerebro manifiesta grados significativos de maleabilidad, con un pico durante la adolescencia y que continúa en la edad adulta temprana (Gogtay et al. , 2004 ; Paus, 2005 ; Toga et al. , 2006 ). Esto puede reflejar una sintonía biológica humana entre la adquisición y la transmisión de los elementos de la cultura (Fiske, 2009) y la plasticidad del adolescente siendo entonces la adolescencia un período de desarrollo de "nichos culturales".

En los últimos años se ha visto un aumento repentino del estudio de la adolescencia como un período de plasticidad estructural y funcional (Burnett y Blakemore, 2009 ; Güroǧlu et al. , 2009 ; Paus, 2005 ).

Una de las razones para este aumento del interés en el cerebro del adolescente es, probablemente, la reciente disponibilidad de grandes conjuntos de datos nuevos sobre el desarrollo del cerebro. Los resultados de los estudios de neuroimagen estructural que implican una amplia muestra de niños y adolescentes han dado peso a anteriores estudios histológicos de menor escala que utilizaron muestras post mortem para demostrar considerables avances en neuroanatomía durante la pubertad y más allá de esta etapa, en la edad adulta temprana. 

En concreto, los datos de neuroimagen-resonancia magnética (MRI) e imágenes con tensor de difusión (DTI) junto con los hallazgos anteriores celulares (Huttenlocher, 1979) señalan la dependencia de la experiencia en el recableado del cerebro, muy probablemente en términos de reorganización sináptica y el aumento de la mielinización axonal de las partes evolutivamente 'más nuevas' del cerebro, especialmente prefrontal y la corteza parietal (ver Blakemore y Choudhury,2006 , para una revisión).

La evidencia de que los avances más pronunciados se encuentran en regiones del cerebro asociadas con funciones ejecutivas "superiores" y la cognición social ha inspirado numerosos estudios que investigan los correlatos cognitivos con los desarrollos anatómicos y de los datos recogidos con las nuevas técnicas de resonancia magnética funcional (fMRI), han surgido algunos experimentos en los que se ha investigado sobre el desarrollo de la transformación social y emocional (Burnett et al. , 2008 ), la regulación de las emociones (Hare et al. , 2008 ), la comprensión de las intenciones (Blakemore et al. , 2007 ), evaluación del riesgo (Bjork et al. , 2007), la toma de decisiones (Eshel et al. , 2007 ), la flexibilidad cognitiva (Crone et al. , 2006) y la inhibición de los impulsos (Casey et al. , 1997 ; Luna & Sweeney, 2004). Todos ellos aspectos cognitivos que se correlacionan con la maduración del cerebro durante la adolescencia. Y siendo la toma de riesgos y la impulsividad los estilos cognitivos que han recibido una mayor atención en la investigación del cerebro adolescente. Basándose en datos sobre el desarrollo estructural y funcional del cerebro en vivo se ha llegado a la conclusión de la relación directa entre núcleo accumbens y la predicción de recompensa, y de la corteza prefrontal con la  inhibición de los impulsos, ambas presentes en las conductas de riesgo (Caseyet al. , 2008).

Por otro lado, a la luz del creciente campo de la neurociencia social y la evidencia de cambios estructurales en el "cerebro social" después de la infancia, las bases neurales del funcionamiento social-emocional durante la adolescencia se han convertido recientemente en un nuevo enfoque de la investigación (Blakemore, 2008 ). Los datos que demuestran la maduración estructural en la corteza prefrontal medial, la corteza parietal y la corteza temporal superior en la adolescencia corresponden a los cambios del desarrollo en la activación funcional en estas áreas del cerebro durante tareas que requieren autoprocesamiento, y la comprensión de las intenciones y emociones de los demás. Estos estudios tienden a sugerir que el cerebro juega un papel fundamental en la "turbulencia" o "tormenta y estrés" (Hall, 1904 ) que caracterizan a la vida adolescente.

El modelo de la maduración del cerebro ha servido así como una explicación de muchos comportamientos adolescentes que han sido informados de manera anecdótica y que tienen una serie de implicaciones para la educación, la política social y de salud.

Otra razón del estudio del cerebro adolescente por la neurociencia es la preocupación por la salud mental de los adolescentes como un "problema de salud pública" (Steinberg, 2008 ). Aunque la mayoría de los adolescentes no sufren problemas de salud mental, la juventud es la etapa de la vida en la que muchos trastornos mentales comienzan a brotar. En una revisión reciente, Patel y sus colegas han argumentado que, para hacer frente al desafío de mejorar la salud mental de los jóvenes, los investigadores necesitan tener una perspectiva global y prestar mucha atención a los factores de riesgo y de protección dentro de la cultura. Las conclusiones de la neurociencia social y cultural-con su énfasis en el estudio del concepto de sí mismo, la comprensión de los demás y de regulación emocional-se utilizan con frecuencia para investigar las bases neuronales de los trastornos psiquiátricos. 

Si un objetivo importante de la neurociencia cognitiva de la adolescencia es tener más conocimientos sobre la salud mental (Cody & Hynd, 1999 ; Nelson et al. , 2005 ), los estudios de la neurociencia que investigan la cognición en general de los adolescentes en desarrollo deben comprometerse con la cuestión de la cultura ( Choudhury y Kirmayer, en prensa). A esta cultura surgida de la neurociencia se debe reconocer e incorporar los hallazgos de la antropología que muestran la considereble variación cultural en la transición de la niñez a la edad adulta, la "adolescencia".



Por Aránzazu Ibáñez

Fuente de información:

US National Library of Medicine National Institutes of Health
Social Cognitive and Affective Neuroscience. 
Culturing the adolescent brain: what can neuroscience learn from anthropology?

http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2894667/