viernes, 1 de marzo de 2013

El cultivo científico del Cerebro Adolescente durante la última década.







Hace treinta años, el cerebro era entendido como fijo e inmutable. Nacíamos con un número determinado de neuronas que iban perdiéndose con el paso del tiempo y que nuestros genes heredados condicionaban nuestra inteligencia. Investigadores como el Dr. Norman Doidge han lamentado considerablemente esta concepción fija de la estructura del cerebro que se mantuvo durante décadas.


 Doidge es autor del Best Seller 2008,
 “El cerebro se cambia a sí mismo”.


Esta creencia de que el cerebro era inmutable ha dictado que las personas nacidas con una limitación mental o aquellas que sufren daño cerebral no tengan nunca ninguna esperanza de mejorar o funcionar bien. Sin embargo, el descubrimiento de la plasticidad cerebral implica que nuestras actividades y experiencias van modificando nuestro cerebro.


Durante la última década, los estudios de imágenes cerebrales han sugerido que el desarrollo cortical es mucho más prolongado de lo que se pensaba, y que más allá de la infancia, el cerebro manifiesta grados significativos de maleabilidad, con un pico durante la adolescencia y que continúa en la edad adulta temprana (Gogtay et al. , 2004 ; Paus, 2005 ; Toga et al. , 2006 ). Esto puede reflejar una sintonía biológica humana entre la adquisición y la transmisión de los elementos de la cultura (Fiske, 2009) y la plasticidad del adolescente siendo entonces la adolescencia un período de desarrollo de "nichos culturales".

En los últimos años se ha visto un aumento repentino del estudio de la adolescencia como un período de plasticidad estructural y funcional (Burnett y Blakemore, 2009 ; Güroǧlu et al. , 2009 ; Paus, 2005 ).

Una de las razones para este aumento del interés en el cerebro del adolescente es, probablemente, la reciente disponibilidad de grandes conjuntos de datos nuevos sobre el desarrollo del cerebro. Los resultados de los estudios de neuroimagen estructural que implican una amplia muestra de niños y adolescentes han dado peso a anteriores estudios histológicos de menor escala que utilizaron muestras post mortem para demostrar considerables avances en neuroanatomía durante la pubertad y más allá de esta etapa, en la edad adulta temprana. 

En concreto, los datos de neuroimagen-resonancia magnética (MRI) e imágenes con tensor de difusión (DTI) junto con los hallazgos anteriores celulares (Huttenlocher, 1979) señalan la dependencia de la experiencia en el recableado del cerebro, muy probablemente en términos de reorganización sináptica y el aumento de la mielinización axonal de las partes evolutivamente 'más nuevas' del cerebro, especialmente prefrontal y la corteza parietal (ver Blakemore y Choudhury,2006 , para una revisión).

La evidencia de que los avances más pronunciados se encuentran en regiones del cerebro asociadas con funciones ejecutivas "superiores" y la cognición social ha inspirado numerosos estudios que investigan los correlatos cognitivos con los desarrollos anatómicos y de los datos recogidos con las nuevas técnicas de resonancia magnética funcional (fMRI), han surgido algunos experimentos en los que se ha investigado sobre el desarrollo de la transformación social y emocional (Burnett et al. , 2008 ), la regulación de las emociones (Hare et al. , 2008 ), la comprensión de las intenciones (Blakemore et al. , 2007 ), evaluación del riesgo (Bjork et al. , 2007), la toma de decisiones (Eshel et al. , 2007 ), la flexibilidad cognitiva (Crone et al. , 2006) y la inhibición de los impulsos (Casey et al. , 1997 ; Luna & Sweeney, 2004). Todos ellos aspectos cognitivos que se correlacionan con la maduración del cerebro durante la adolescencia. Y siendo la toma de riesgos y la impulsividad los estilos cognitivos que han recibido una mayor atención en la investigación del cerebro adolescente. Basándose en datos sobre el desarrollo estructural y funcional del cerebro en vivo se ha llegado a la conclusión de la relación directa entre núcleo accumbens y la predicción de recompensa, y de la corteza prefrontal con la  inhibición de los impulsos, ambas presentes en las conductas de riesgo (Caseyet al. , 2008).

Por otro lado, a la luz del creciente campo de la neurociencia social y la evidencia de cambios estructurales en el "cerebro social" después de la infancia, las bases neurales del funcionamiento social-emocional durante la adolescencia se han convertido recientemente en un nuevo enfoque de la investigación (Blakemore, 2008 ). Los datos que demuestran la maduración estructural en la corteza prefrontal medial, la corteza parietal y la corteza temporal superior en la adolescencia corresponden a los cambios del desarrollo en la activación funcional en estas áreas del cerebro durante tareas que requieren autoprocesamiento, y la comprensión de las intenciones y emociones de los demás. Estos estudios tienden a sugerir que el cerebro juega un papel fundamental en la "turbulencia" o "tormenta y estrés" (Hall, 1904 ) que caracterizan a la vida adolescente.

El modelo de la maduración del cerebro ha servido así como una explicación de muchos comportamientos adolescentes que han sido informados de manera anecdótica y que tienen una serie de implicaciones para la educación, la política social y de salud.

Otra razón del estudio del cerebro adolescente por la neurociencia es la preocupación por la salud mental de los adolescentes como un "problema de salud pública" (Steinberg, 2008 ). Aunque la mayoría de los adolescentes no sufren problemas de salud mental, la juventud es la etapa de la vida en la que muchos trastornos mentales comienzan a brotar. En una revisión reciente, Patel y sus colegas han argumentado que, para hacer frente al desafío de mejorar la salud mental de los jóvenes, los investigadores necesitan tener una perspectiva global y prestar mucha atención a los factores de riesgo y de protección dentro de la cultura. Las conclusiones de la neurociencia social y cultural-con su énfasis en el estudio del concepto de sí mismo, la comprensión de los demás y de regulación emocional-se utilizan con frecuencia para investigar las bases neuronales de los trastornos psiquiátricos. 

Si un objetivo importante de la neurociencia cognitiva de la adolescencia es tener más conocimientos sobre la salud mental (Cody & Hynd, 1999 ; Nelson et al. , 2005 ), los estudios de la neurociencia que investigan la cognición en general de los adolescentes en desarrollo deben comprometerse con la cuestión de la cultura ( Choudhury y Kirmayer, en prensa). A esta cultura surgida de la neurociencia se debe reconocer e incorporar los hallazgos de la antropología que muestran la considereble variación cultural en la transición de la niñez a la edad adulta, la "adolescencia".



Por Aránzazu Ibáñez

Fuente de información:

US National Library of Medicine National Institutes of Health
Social Cognitive and Affective Neuroscience. 
Culturing the adolescent brain: what can neuroscience learn from anthropology?

http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2894667/

2 comentarios:

  1. Te he dejado un premio en esta dirección, gracias por tu trabajo. (Sigue la cadena). Saludos desde Granada.
    http://tutoriasdeliesfrios.blogspot.com.es/2013/03/el-otro-dia-me-encontre-la-agradable.html

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  2. Patricia me alegro muchísimo por el premio otorgado a tu magnífico blog: Tutorías y Orientación
    http://tutoriasdeliesfrios.blogspot.com.es/2013/03/el-otro-dia-me-encontre-la-agradable.html
    Te lo has trabajado muchísimo y siempre es grato ese reconocimiento.
    Un saludo,
    Arancha.

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